miércoles, 15 de septiembre de 2010

Giuseppe Spataro "Madame Rivière" (Pág. 17, "No estamos locos, sanos sanos tampoco", Ediciones Dipon, 2002)

"En el año 9632, el científico de la tercera confederación, sector cuatro (antes México), el ingeniero molecular Pérez Jones logró dar vida a Madame Rivière, pintada por el maestro Jean Auguste Dominique Ingres en 1805. El lienzo estaba en perfectas condiciones, motivo por el cual fue escogido para someterlo a la revitalización mediante transportación atómica inversa de la materia inerte.
Terminada la revitalización, Madame Rivière bajó del cuadro con una elegancia inédita, desembolviendo su insólita y poco práctica vestimenta con la gracia de un cisne (extintos hace miles de años). Educada como era, aunque totalmente desorientada, se presentó formalmente.

     - Madame Rivière, a su servicio, señores.

Pero aquellos científicos no fueron tan amables, e ignorando el más mínimo protocolo, se lanzaron a aplicarle infinidad de pruebas y exámenes desagradables. Desvestirla fue todo un problema; cada vez que le quitaban una prenda aparecía otra por debajo. En aquella época, coger con ésta mujer tuvo que haber sido toda una odisea, dijo uno. Madame Rivière se comportaba con los pocos modales que le quedaban, pensando que la cosa terminaba en violación  masiva.

    - ¡No señores, por favor!

De pronto, una vez expuesta su desnudez, todos  voltearon a ver al ingeniero Pérez Jones en búsqueda de una explicación: Aquella mujer, cuya voluptuosidad inquietaba a los ultramodernos científicos, tenía el brazo derecho más largo que el izquierdo - treinta centímetros más, para ser exactos-. Cuando la pusieron de pie, la extremidad rebasó la rodilla . Madame Riviére levantó los brazos y observó la terrible diferencia.

    - ¡Mierda!

Al principio pensaron que habría sido un error en los sistemas de revitalización; ultimadamente era la primera que se efectuaba. Pero Pérez Jones, orgulloso como era, se negó a aceptar esa hipótesis. Tomó un antiguo libro de arte y buscó el cuadro en mención. Con el medidómetro digital comprobó que el error había sido, en efecto, del maestro Ingres, quien supuestamente era el amo de la proporción. Pero no le bastó con persuadir a sus compañeros, y tuvo la amabilidad de llamar a Madame Rivière para mostrarle que no era él quién le había adjudicado aquella injusticia anatómica.

    - ¿Domonios, Ingres! Es usted un verdadero imbécil.


Pero Madame Rivière no era ninguna tonta. No por nada había conseguido que la pintara el romántico maestro Jean Auguste Dominique Ingres, para 78 siglos después, conseguir que Pérez Jones le pidiera aquella larguísima 'mano' en matriomonio".

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